domingo, 3 de agosto de 2008

El vagabundo

Hoy he despertado, y no estaba en casa. No estaba en mi ciudad. No sabía donde estaba. ¿Acaso era extraño?

Llevo lo que parecen ya 14 siglos perdido en un laberinto, buscando el hilo que me pueda sacar de aquí. Solo que seguramente este hilo no existe, con lo que mi búsqueda es a todas luces infructuosa. Cuando parece que me estoy acercando a la conclusión de tan triste historia, todo lo que hay a mi alrededor se deforma y altera, creando un nuevo paisaje con el que familiarizarme. Me ha pasado tantas veces que si aún no he llegado al final, es que no existe.

Todo empezó una noche que podría ser cualquiera, porque ella también se ha perdido en el laberinto de las horas. Lo primero que recuerdo es estar en un palacio de ópalo negro, creado en lujoso detalle, pero abandonado por el tiempo mismo. Una luna roja presidía la escena mientras otra luna, blanca, intentaba destronarla sin resultado. Ahí fui proclamado rey de todos los reinos y hacedor de todo lo hecho, y estuve muy satisfecho con ello, y cumplí muchos de mis deseos siempre con miedo a que un terrible rayo de luz me despertara, aunque poco a poco ese miedo se transformo en su opuesto, porque me di cuenta que ese rayo se haría esperar demasiado.

Poco a poco, el tiempo me fue dando la razón.

1 comentario:

out of breath dijo...

Siempre hay un final para todo.