martes, 21 de septiembre de 2010

Réquiem

Los dos individuos entran en la habitación. Muebles viejos, marcos sucios, todo iluminado por una lámapra antigua y extraña. En medio de la sala un piano y al lado dos sillas de madera, viejas, cansadas.

El primero va hacia el piano, saca el polvo de la tapa, durante tanto tiempo olvidada. Lo abre, toca las teclas, amarillentas por el paso del tiempo, recuerda. El otro ocupa la segunda sille y le observa; su expresión es seria, espera alguna cosa del primer hombre. Éste empieza a tocar el instrumento, y las notas corren perezosas a formar raras melodias, como si acabaran de salir de su letargo en lo más profundo de una caverna. Un velo de sonidos y colores va caiendo sobre la habitación alterando su aspecto, como hace un paisaje con las diversas luces que lo poblan a lo largo del día. Las manos del pianista parece que bailen al ritmo de la musica y la obedezcan, vehículo de una musa que durante siglos ha estado esperando.

Al segundo hombre parece que le esta gustando, pero es evidente que no es lo que busca. Se impacienta.

—Toca aquella pieza— dice

—No la recuerdo— responde el otro

Sigue tocando su melodia, pero cada vez más lentamente, para que se puedan añadir todos los acordes que hagan falta. Retoma los motivos que mas le gustan, se pasean por la habitación y són su centro por unos momentos; parace que ocupen lo marcos blancos, con ese cuadro que nunca llegó a pintarse. Recorre todos los caminos y melodias, hipnoticamente, i suavemente entra en un remolino de notas sin sentido que parece que le arrastren a si mismo. En una última batalla contra el tiempo empieza a acelerar, pero la música se le escapa de las manos; enseguida se cansa, ya no puede seguirla. Las notas se elevan hacia el alto techo que observa, como sorprendido, la extraña escena. Las últimas notas, solemnes, resuenan en el eco de la ahbitación y se pierden en lo más profundo de las cosas que la habitanmientras el pianista exhala su último suspiro. Cae sobre el piano que hace un sonido estridente, un acodre desgarrado, inconcebible quizás, único, que lentamente se apaga, se desvanece i se olvida.

El segundo hombre se levanta y sale de la habitación. Necesita otro músico para acabar la velada. Baja las escaleras hasta el nivel de la calle. Sale de la casa y no cierra la puerta detrás suyo. Ahí fuera, la luna llena brilla mucho más que cualquier otra noche.

¿Tardará mucho más en salir el sol?


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Dentro de poco hará casi un año que no escribo. ¿Triste aniversario? Sin duda.

Muchas cosas han cambiado en un año, muchas cosas han venido, muchas se han ido, y entre las que se han ido está la escritura. Una de esas cosas que no quiero perder y que no, no he perdido. Es como esa guitarra vieja, abandonada en mi habitación, esperando a que vaya a recuperarla. ¿Por los viejos tiempos? No, por los nuevos tiempos.

Es por ello que he decidido revivir el blog. Para motivarme a escribir para vosotros, fantasmales lectores. Un compromiso que firmo con vosotros; Mientras sigáis visitando este rincón de la vasta red, encontraréis algo que os podréis llevar a la vuelta.

Para celebrar este regreso, volvamos a los inicios. Volvamos a lo que considero mi primer escrito con cara, ojos, y voluntad literaria (si es que eso existe). Irónicamente, se trata de Réquiem, escrito durante una de las, ahora lejanas, clases de filosofía del bachillerato.