jueves, 27 de septiembre de 2012

Áurea

"[...] Entonces miré hacia mis pies. Una verde estela cubría el suelo en todas direcciones; hierbas de todo tipo se amontonaban, desordenadas pero no caóticas, alzándose hacia el viento como quién espera una respuesta para pregunta que no llegó a hacer. Se me ocurrió que, si existía, tenía que estar ahí. No debía estar, no podía estar... estaba. Lo sabía, solo tenía que agacharme y cogerlo. Una vez, una bruja me enseñó que hay que creer en las cosas si queremos que se hagan realidad; cerré los ojos y, aún con los ecos de mi mente racional preguntándome qué pantomima estaba representando, me di cuenta que, por su magia dorada, lo encontraría. Me agaché y empecé la búsqueda entre la hierba que se extendía a mi alrededor. No tardé más de medio minuto; algún insecto hambriento había comido la mitad de una de las hojas, pero eso no restaba nada a la esencia. Decidí que el trébol de cuatro hojas que en ese momento sostenía en la mano no era más que el inicio de todo lo que estaba por venir. No era más que el primer símbolo de suerte de tantos que me quedaban aún por encontrar. 

Gracias, Beatriz. [...]"


Esta historia es completamente verídica y la cuento como sucedió. Después de llevar durante dos años el trébol en la cartera (algunos de vosotros lo habréis visto), ahora estoy buscando una bolsita de plástico para poder conservarlo bien durante el tiempo que le queda. :)